domingo, 8 de julio de 2012

Dos años después.

Hace unos días venía con la idea de escribir sobre los colectivos que tomo, como forma personal, tal vez, de recordar algún día, los sitios por donde paso y que no quiero olvidar.   Para mi sorpresa, no tanta en el fondo, alguien se me había adelantado, incluso ya es poquito famoso por el hecho.  Daniel Tunnard, un inglés que vive hace ya varios años en Buenos Aires, en su proyecto "Colectivaizeishon" cuenta de manera muy personal, su experiencia en casi todas las líneas de colectivos de Buenos Aires.  Yo no aspiraba a tanto, así que leerlo ha sido conocer otro poco, pero seguro también algún día escribiré ese post.
Ya van dos años de estar aquí.  Para ese entonces la Selección Argentina no había sido eliminada del Mundial y Plaza San Martín, uno de los primeros sitios que conocí, se llenaba de turistas y locales apoyando su selección.  Cuando venía de Ezeiza pensaba, o tal vez recordaba mucho, al Rodadero, en Colombia, pues a pesar de que hacía un frio invernal esa mañana de Julio, el remis pasaba por una gran autopista desde donde se veían apartamentos con su aire acondicionado externo y una línea en el horizontal con un sol que no me cuadraba con el frio que sentía.  Supe entonces que en invierno también hace sol y también puede ser bonito. No conocía las estaciones, y tampoco había viajado en avión. Mi mente estaba en tantos lados que no se dió cuenta que el remis pasó por la 9 de Julio, tomó Corrientes, sitios que siempre, por lo menos alguna vez, muchas veces, canté.
Luego vino la Facultad, la UBA, el postgrado, la fortuna de conocer gente de casi toda Latinoamérica. Vinieron las costumbres, conocer, perderse, encontrarse, habituarse. Si, ya lo sé, es inútil resumir en pocas palabras dos años, no pretendo hacerlo.    Muchos piensan que es fácil, incluso, hay días en que uno no se acuerda de nada, y solo disfruta, eso es fácil, es bueno.  Otros días es el extremo contrario.  Otros días simplemente no se sienten.  Pero estar lejos no es fácil, y muchos de los que venimos aquí, venimos con buena onda, a estudiar o trabajar, a conocer y seguro a disfrutar.  Si, ya se, hay muchos colombianos en Argentina y en Buenos Aires.   Pero Buenos Aires es eso, es Latinoamérica junta y un poco de ganas perdidas ser Europa, y lo digo sin saber, porque conozco poco.  Estar aquí que es tan grande, conocido, famoso y a veces, costoso, ha servido para saber que siempre hay algo más y que siempre hay que mirar más allá. Que siempre vale la pena soñar.
Aquí me he encontrado con las palabras, con los textos, con la lectura, con la música y la cultura. Dejé un poco ese temor con el que salimos en Colombia a las calles de que "algo nos va a pasar". Caminar tranquilo.  Es más, camino de mi casa al trabajo todos los días, a veces, puede ser más rápido que en colectivo a las horas pico.  Aquí también hay trancones. Aquí también roban. Aquí también se ve la Sociedad del Semáforo en las esquinas. También se trabaja, y se vive un poco con más calma, se disfruta más, se puede escoger. Las diferencias y similitudes es difícil ponerlas en palabras, y tampoco pretendo eso.  Y así como extraño las montañas, mi barrio y mi casa, o la caótica Bogotá, quiero esta ciudad.  Aquí pude estudiar y trabajar.  Aquí he conocido gente que nunca dejaré ir.  He viajado y también me he quejado. He sonreído y llorado.   He visto el tango, y me refiero a verlo en las calles, en las casas olvidadas, en las chicas llegando a casa muy de mañana después del boliche.  He comido alfajor y amado el choripan.  Cosas que seguramente solo serán aquí y ahora.   La lista es interminable.
Poco a poco vuelvo a pensar en otra estación y en otro puerto a donde llegar. Para mi Buenos Aires siempre fue un sueño, y dos años después lo estoy terminando de cumplir.    Buenos Aires es más que Tango y Fútbol, es más lejos que Puerto Madero, San Telmo, o Boca.  Yo pude conocer otro poquito en ese acostumbrarme a vivir aquí y es la que prefiero, alejada de pretensiones e intenciones, la normal. Y se que va más allá, incluso que es interminable.  Y esa, esa, la que no conozco, capaz, es la que más me gusta.  Esto no es más que un agradecimiento a esta tierra de dulce de leche y mate amargo por tantos buenos días, por tantos buenos aires.  Dicen, y eso creo, y quiero, que de Buenos Aires uno no se irá nunca, o lo que es mejor, que siempre volverá.

viernes, 6 de abril de 2012

Otoño



El otoño llegó con un descenso de la temperatura hasta los 8 grados y una tormenta que dejó algunos muertos, cortes de servicios públicos, y muchos árboles y muros caídos.  El verano terminó con la llegada de las últimas primeras clases de este sueño inconcluso. Dicen que los veranos terminan cada semana.  Y este otoño que comienza hace parte del resto. Ya cumplí con mis cuatro estaciones, con el cuatro por tres, y supongo que con el uno más dos del doce también.  Me gustan las estaciones, ese cambio de temperatura, el cambio de colección, el cambio de ropa, el cambio de colores, la espera por cada 21, por esos días que marcan el cambio y al tiempo siento un poco la angustia de que es un ciclo que siempre se repetirá y eso se puede volver muy aburrido, muy cotidiano y muy poco emocionante.  Del verano me quedo con sus noches largas, con el sol dando lo mejor de sí hasta las 21 horas. El verano agota y duerme y siempre pienso que el otoño no se lleva los buenos colores de los días calurosos, sino que los perfecciona un poco. Los vuelve recuerdo. Los vuelve momentos en sepia.

Poco a poco caen las hojas y se alivia la piel, se protege, se sigue esperando.  El otoño es donde todo comienza y donde todo termina.  El otoño y la primavera para siempre vivir. Verano e invierno para querer seguir viviendo.  Tantas letras, tantos textos y tantos buenos aires y frios que empiezan a soplar. El ciclo se empieza a cerrar. Y dará vueltas, como sabe y debería hacerlo.  Es el tiempo de la melancolía, del color naranja, de entender de antemano al gris profundo, sincero y seco que odiaremos pronto.  Vienen días de mucho café, de añorar el trópico y el caribe atómico.  La próxima semana empezará el último seminario, y aunque todo sea más confuso que al comienzo, siento que se aclara. Y que el brillo, el contraste y la saturación, de ésta última estación nos hará bien.  Luego, luego vendrán las montañas.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Un encuentro con Ro.

La historia de un encuentro en el tiempo, y en la distancia.

15:30 Viernes, Abasto de Buenos Aires.

Y ahí estaba yo esperando a alguien que solo conocía en fotos adolescentes, que nunca vi por una webcam, y que siempre había estado tan lejos en el mapa.  Lejos pero también cerca, por que representaba para mi, ese alguien de ese país que me gustaba.  Como los últimos meses, simplemente estaba, sin pensar mucho y en todo al tiempo, simplemente estaba, con la tranquilidad que solo se siente cuando uno está, cuando no se habla, critica, o ríe desde lejos, sino pisando el sitio en cuestión. Cruzamos un par de e-mails para poder coordinar nuestro encuentro, no hubo que explicar mucho, solo un impulso y el sentir, poder ver a alguien que siempre, de una forma estuvo ahí.

10 años atrás este país vivía una de sus crisis económicas más significativas, mientras ella se conectaba en sus clases de cómputo y una que otra vez coincidíamos en el chat, para ese entonces de moda. Pero incluso no estaba de moda,  las conexiones caseras eran por modem y los servicios de correo el contacto más real con el mundo virtual. Eran los tiempos en que no se sabía que pasaba en esa pantalla de PC.  Yo conocí a Ro ahí, y seguro también pensé que todo quedaría ahí.    El impulso está presente desde entonces. Una carta que demoró casi un mes para llegar, justo antes de su cumple. La respuesta de ella. Otra carta, otras coincidencias. Y luego 10 años que pasaron volando. 10 años con una velocidad, y una aceleración constante, donde pasó de todo. Y uno no sabría explicar cómo, pero todo ese tiempo, siempre tuve la certeza de poder llegar a esa ciudad que me atraía, sin saber por qué.  Siempre tuve la certeza también de algún día conocer a mi nueva amiga argentina.

Para ese entonces yo no conocía ni imaginaba como era todo, y simplemente se me hacía un lugar para llegar, o para ir.  Gracias a Ro, a sus correos, a sus cartas, a sus fotos, a los recortes del Boca de los Colombianos o de los Recitales de Fito, pude conocer un poco de eso que me atraía.  Pude venir antes, lo sé, pero seguro el tiempo era ahora.
Seguro todo esto pasó por mi mente en los cinco minutos que demoró en llegar. Ahí estaba, tan señorita , ahora Mamá de un lindo bebé, tan de Boca, tan bostera, tan Argentina. Once años después estábamos frente a frente.

El café, las historias no contadas, el tiempo corto, los días para reponer, el estar, el lejos, cuánto se puede decir en tan poco, cuánto se puede mirar sin ver.  Y sobre todo que bien se siente conocer a alguien que siempre estuvo. Hay cosas que no se pueden explicar. Este encuentro en el tiempo, y sólo pensando en que los 10 años, pudieron ser el día anterior, es una de esas. Cambiamos con el tiempo, nos cambió el tiempo, y seguimos estando, y supongo estaremos siempre.

De todo eso que hablan o escriben sobre amistades "virtuales" pocos saben, pocos de verdad lo pueden vivir.  Y lo virtual es entonces una falta de actualización. solo eso. la materialidad no existe.Al final de la historia entonces, te das cuenta que al final terminamos más cerca, que el Abasto me queda a pocas cuadras y que 6000 kms y 11 años, no son tiempo ni distancia. Que tan bueno fue verte Ro!

martes, 30 de agosto de 2011

De Volverme Cine.

Creo que con la película que recién llego de ver, sobrepase las más de 50 películas vistas en los Buenos Aires, pero no películas de hollywood, sino de esas que no llegan a las salas comerciales y que solo hacen parte de ciclos específicos, festivales inolvidables y que solo se ven en lugares mágicos.   Me voy acercando un poco, sin pretenderlo, al cine de autor y a tratar de entender el arte de todas las artes. No como el espectador normal, sino haciendo parte del delante de la pantalla.
Al tiempo creo que he visto otras 50 películas por el computador, descargadas o en línea.  Pero me interesan las otras, esas que conservan la proyección, las viejas sillas de teatro, esos sitios que sin quererlo me llaman, me atraen y me atrapan.  Aquí aún existen.  Cada vez menos, pero se conservan.  Seguro me hace falta tiempo, plata y a veces ganas para ver más.   La mayoría corresponde a estos sitios, otras veces ciclos semanales de los que me volví espectador habitual, otros festivales imperdibles: casi todas gratuitas o de bajo costo.
Ni idea cuando empezó todo esto, pero mi memoria me remite al placer de colaborar y proyectar películas en el auditorio de mi universidad: esa máquina que filmaba máquinas, ese ruído, las luces que se apagan, los cortos, las huellas en la película original, los rollos, los subtítulos...  los festivales de cine europeo, el festival de cine colombiano...  que bueno fue estar ahí.  Aún recuerdo la última proyección: "Los viajes del viento"de Ciro Guerra, curiosamente un compañero de años atrás en el bachillerato.
Poco a poco me fui alejando del cine comercial, sin dejar de pasar algunos nombres cautivantes y otras cosas que solo se ven en las pantallas de los grandes complejos cinematográficos.
Cuando vine aquí, y tal vez sin proponermelo quería encontrar parte de ese mundo mágico, y aunque tardó el proceso encontré la Sala Lugones en el Teatro San Martin en Calle Corrientes. Un décimo piso que se ha convertido en uno de mis lugares favoritos, donde he pasado horas felices y descubrimientos fabulosos, he visto películas de tres horas, he esperado por otras, he encontrado un poco de calma y sobretodo la sensación infinita de poder ser parte de todo, del aire tal vez.
He visto todo ese "otro cine", desde los grandes autores, a los nuevos cineastas argentinos, desde Korea hasta Cuba.  Todos y ninguno me han llevado a pensar la forma de narrar y a inventarme mis propios vídeos, a querer leer y ver mucho, a no saber nada, a querer contarlo yo.  Cada vez entiendo un poquito más.
El espacio Inka, los Arteplex, los ciclos de la Biblioteca Nacional, del Palais Glace o de la Universidad del Cine, también se llevan parte de estos elogios.  Caso aparte el Cine Cosmos de la UBA, un viejo teatro con dos salas, también perdido en Calle Corrientes, cerca a Once, donde el tiempo se ha detenido, y sus sillas rojas y su ambiente melancólico me transportan al Cine Teusaquillo en Bogotá, ahora desaparecido y convertido en  sitio de conciertos bajo el nombre de Teatro Metro, donde hace ya algunos años pasé momentos felices.
Con algunos vacíos guardo las reseñas y entradas a todas estas películas, los títulos y directores. LLegó a casa y busco información. Leo. Relaciono. Sueño. Descargo la banda sonora. Canto.  Las películas son las únicas huellas intactas que estamos dejando visualmente hoy día.
He tratado de escribir mis propias reseñas, sin saber mucho y sin pretender tanto, y que espero poder refinar y publicarlas alguna vez.  Que bueno que ha sido esto.  No habiendo más eso haré.
Se apagan las luces, la sala queda en silencio: es hora de empezar a verte en el espejo.
Gracias Buenos Aires por de - volverme cine.

martes, 5 de abril de 2011

El día que vi a U2.


Después de ese día queda uno con la sensación de no haberlo visto todo, incluso antes, pero también con la sensación de que es difícil superar un espectáculo de una banda en vivo, incluso creo que para el mismo U2 será difícil reinventarse.  Piensa uno en los típicos conciertos con una tarima al frente y dos pantallas al lado (y eso, si funcionan).. piensa en el guitarrista que prefiere cerrar los ojos para no mirar siempre el mismo punto, y claro piensa en uno atrás, atrás viendo al artista del tamaño de un dedo porque sus ingresos no alcanzaron para más...  Lo mejor de todo el cuento es que los 4 amigos, porque queda muy claro a través de las dos horas del show que estamos viendo a los mismos cuatro amigos que se juntaron más de 20 años atrás y que ahora vemos sus looks ochentenos en una pantalla de leds ultramoderna que sube y baja sin ni siquiera pensarlo, es que ellos la tienen clara: han imaginado un superconcierto, un espectáculo de proporciones inigualables y eso es lo que brindan...

Las solas ansías por comprobar lo que dicen los periódicos y lo que muestran los vídeos sobre "The Claw" es algo emocionante.  En esta oportunidad la Garra ha quedado escondida por otra megaestructura: el Estadio Unico de La Plata (único estadio techado de Latinoamérica), pero se complementan, incluso se achican a la luz del día, y es ahí cuando uno empieza a sentirse cerca, y queda también la sensación de si uno se siente cerca viendo los primeros planos en esa inolvidable pantalla, o si simplemente esta cerca de cuatro grandes que han acompañado muy seguramente la banda sonora de la vida de varios de nosotros.  El despliegue tecnológico y de logística a lo largo del show es realmente mágico, es como algo que uno siempre pensó de un buen concierto de rock, y U2 tiene el privilegio de haberlo llevado a la práctica.

Muse, la banda invitada para abrir la noche no solo cumple con las expectativas de muchos de sus nuevos fans, sino que queda a la altura del impresionante montaje y más allá nos deja con la sensación de querer más de esa actitud rockera perdida años atrás. Muse le da espacio a las musas que pasan por nuestra cabeza.  Un poco de demora entre un show y otro se ven recompensados cuando por el sonido central del estadio suena "De Música Lígera"de Soda Stereo, en un acto pensado como un homenaje indirecto, y sabe uno que esta noche tambien va a ser más que especial.  El gran 360 se vuelve a encender y una gran rejilla se abre para ver el ingreso de los cuatro U2 a su show, se apagan las luces y es hora del Vertigo.

Nunca fuí un gran conocedor de U2 e incluso no conozco mucho de su trayectoria y su biografía musical, incluso muy seguramente me sé más sus canciones "comerciales" que seguro otras más importantes, pero cada canción que va sonando logra conmover hasta al más argentino de todos, es un viaje músical por más de 30 años de éxitos, y un viaje que fluctúa entre los extremos más políticos y más sentimentales de su discografía.  Cuando suena Vertigo las imágenes 360 empiezan a girar a alta velocidad y siente que el gran platillo volador despegará, minutos después Bono habla de Mercedes Sosa... y al final aunque se ha cantado hasta el fin y cree que ya no faltan más, sabe uno que ese show puede durar toda la vida..  Es difícil por momentos quitar la mirada de la gran pantalla, o seguir la pista de los cuatro alrededor del círculo principal del escenario...  puede estar Bono encima de alguno de los puentes que permiten la interconexión entre las zonas de la tarima, mientras la bateria rota sobre su propio eje y la pantalla se despliega en cientos de pequeños leds mientras transmite un mensaje político y consciente... todo puede pasar al tiempo, pero siempre un impecable sonido lo devuelve a uno a la canción, a los acordes, a los cuatro amigos tocando en el centro de un escenario (recordando en palabras del mismo Bono, a las cuatro fabulosos Beatles...). En canciones como One o Moment of surrender (con 70mil lucecitas de celular encendidas de fondo) sabe uno que el escenario es solo una parte más, un artefacto, una interfase que nos permite conectarnos con los sonidos de nuestra vida.


PD.  De lejos es inevitable también pensar  en porque un show de estos no puede llegar a mi país, en como la burocracia e incluso la democracia nos condenan a atrasos de años luz en tecnología y más allá de todo, en cultura.  En palabras de varios organizadores de conciertos en Colombia la gira U2 360 simplemente no pasa por Colombia porque no se "prestan" los escenarios...
Conozco más de cinco personas (y seguro cientos, incluyendo el show en Chile) que viajaron exclusivamente desde Colombia para ver a U2....
Se está donde se debe y se quiere estar...



what a beautiful day with you fue.

una reseña muy personal del show de U2 360. Sábado 02 de Abril 2011. Estadio Unico La Plata, Buenos Aires, Argentina